Se recogía en vasijas colocadas en las calles y rellanos de escaleras y se utilizaba en las lavanderías para blanquear la ropa, gracias a su contenido en amoniaco. El otro uso que se le dio fue el de la higiene bucal. Por extraño que parezca, dejaban el pis reposar durante varios días y, como si fuera un dentífrico normal, se enjuagaban la boca con él. Los romanos ya realizaban esta práctica, aunque añadían al orín piedra pómez para hacer más llevadero el trance.