Según la creencia egipcia, la violación de un féretro interrumpía el último viaje del difunto. Así que en muchas tumbas pueden leerse amenazas del tipo: "Voy a asirle por la nuca como si fuera una oca" o "exterminaré a los que sobrevivan y velaré para que sus mujeres languidezcan". No es extraño pues que cuando el egiptólogo Howard Carter y su mecenas, Lord Carnarvon, destaparon la tumba de Tutankhamón, en el invierno de 1922, circulara un bulo basado en una supuesta inscripción hallada en el sepulcro: "La muerte caerá con alas ligeras sobre el que se atreva a violar esta tumba". No hay evidencias de que tal escrito existiera, pero una serie de circunstancias fortuitas que siguieron al hallazgo alimentaron la psicosis colectiva: Lord Camarvon falleció a los pocos meses por unas extrañas fiebres, justo en el momento en que se producía un apagón en El Cairo; otras personas que tuvieron relación con las excavaciones perdieron la vida de forma extraña aquella década.
No obstante, el artífice de los descubrimientos, Howard Carter, vivió hasta los 67 años. El bisnieto de Lord Camarvon visitó hace unos años la tumba como desafío a cualquier superstición y aún permanece vivo.