Pereza. El ocio pareciera no tener ningún efecto en el matrimonio; sin embargo, va atado a su hermana, la indiferencia. La mente que no está ocupada en hacer algo productivo es una mente que no trabaja, está enferma o anulada en cierta forma. Se produce entonces la indiferencia hacia la pareja. Cumple con entusiasmo tus responsabilidades laborales y del hogar. Cuando tu pareja quiera contarte algo, dedícale toda tu atención. Preocúpate por saber cómo está, si necesita algo, si se siente enferma o con hambre, o si tiene ganas de charlar o de salir a pasear. Evita las actividades que son solo para ti, como ponerte a jugar en solitario un videojuego, o a por la Internet. Tu pareja con seguridad también desea pasar tiempo contigo después de tantas horas de separación por el trabajo. La diligencia es la virtud en contraste con la pereza.
Gula y ebriedad. El consumo excesivo o innecesario de comida y otras sustancias como el alcohol o las drogas se engloban en esta categoría. Estas prácticas son adictivas y destructivas. El consumo de alcohol, por ejemplo, te puede llevar a cometer actos de violencia o de los que con seguridad te vas a sentir terriblemente avergonzado. Ninguno de esos excesos te ayudarán en tu autoestima, sino todo lo contrario, la destruirán y perderás tu valor individual y auto respeto. Tu pareja, que te ama, sufrirá contigo drásticas horas de soledad y desesperanza ante un vicio que parece invencible. Evita cualquier exceso, y rehúye por completo el consumo de cualquier sustancia que cause dependencia, porque esto solo te llevará a un callejón sin salida. La virtud antagónica a la gula es la templanza.
Ira. Conocida también como enfado, enojo u odio, es un sentimiento lleno de impaciencia e intolerancia. No te enojes con tu pareja, sé paciente. Ten en cuenta que todos cometemos errores. Toma las cosas con sentido del humor y verás que nada es tan grave como parecía un momento atrás. Aprende a controlar tus emociones. Practica la meditación, lee la Biblia o algún otro libro religioso que traiga paz a tu alma; ora a tu Dios, respira hondo y tómate unos momentos para enfriar tu cabeza cuando alguien diga algo que te irrite, o haga algo que no te agrade. No dejes salir de tu boca lo primero que venga. Piensa bien antes de hablar, y nunca-nunca utilices la violencia contra tu pareja. Recuerda que la violencia puede ser física, pero también verbal o emocional. Una buena dosis de paciencia, la virtud contrapuesta a la ira, calmará esos arrebatos de carácter.
Envidia. Este sentimiento dañino se alimenta y se goza viendo el sufrimiento ajeno. No solo se desea tener la propiedad de alguien más, sino que también se quiere que el prójimo quede privado de lo suyo. En tu relación nunca debes menospreciar a tu pareja. Trátala como a una igual. Debes tener empatía por los pesares de tu cónyuge y tratar de hacerlo feliz. Si te sientes miserable por alguna razón, no la arrastres hacia ese pozo. Sé feliz por sus logros, aunque eso signifique que quedes en segundo plano por un momento. La virtud que cura a la envidia es la caridad.
Avaricia. Es otro pecado de exceso, en particular atribuido a la adquisición de bienes materiales. Si eres el único proveedor de la familia no sientas que todo el dinero es tuyo y que solo tú puedes administrarlo y gastarlo. Si tú y tu cónyuge trabajan, no separen las ganancias. Pongan todo el salario en una sola cuenta bancaria, mancomunada de ser posible, de este modo no sentirán que uno aporta más que el otro. No te obsesiones con ganar más y más, y por trabajar sin cesar. Nunca te sentirás satisfecho con tus riquezas, porque nunca podrás tener suficiente de lo que no necesitas. Dedica, en su lugar, más tiempo a tu pareja, a pasar momentos juntos y a disfrutar de los frutos de tu trabajo. ¿De qué sirve juntar y juntar bienes y nunca disfrutar de ellos? La virtud en antítesis a la avaricia es la generosidad.
Orgullo. Es conocido también como el “padre de todos los pecados”. Otros sinónimos son: altivez, arrogancia, vanidad, insolencia y vanagloria. Tiene su raíz en la enemistad, como explicó el líder religioso Ezra Taft Benson. Una persona orgullosa nunca se rebajaría a pedir perdón, por lo que en una relación matrimonial se convierte en un arma mortal. Una relación entre dos personas que conviven y en la que ninguno, o solo uno, sabe pedir perdón, no llegará a ser un nido de felicidad plena. Aprende a ser humilde, a amar y a respetar a tu pareja. Controla tu ego y reconoce las excelentes capacidades, dones y talentos de tu cónyuge, y sus esfuerzos por complacerte. Sé un amigo fiel y compañero constante de la persona con quien prometiste pasar el resto de tus días. El orgullo se sana con la virtud de la humildad.
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