Y es que basta mirar la forma en que una madre se comunica con su hijo: es dulce, sutil, cariñosa y tierna, en la mayoría de los casos; los padres, en cambio, son más directos, simples, concretos y parcos. Esto no quiere decir que uno quiera más que el otro, se trata, sencillamente, de que cada uno tiene una lectura del mundo distinta y la expresa de forma diferente. En palabras más sencillas, la madre mira el entorno en relación con el hijo, mientras que el padre mira a su hijo en relación con el entorno.
En este sentido, Zulma Gómez Salgado, terapeuta de familia y de pareja, recalca la importancia de entender que si bien existen disparidades, estas están dadas exclusivamente por cuestión de género y por esta razón no se puede decir que una relación es mejor que la otra. “Simplemente ambas son necesarias, ambas se construyen desde las experiencias personales, las historias de vida y las motivaciones intrínsecas y extrínsecas. Esto es lo que realmente las hace tan valiosas e imprescindibles en una crianza ideal”.
Para comprender mejor las características de uno y otro afecto vale la pena citar a Erich Fromm en su obra ‘El arte de amar’, en donde explica que “Las actitudes del padre y de la madre hacia el niño corresponden a las propias necesidades de este. El infante necesita el amor incondicional y el cuidado de la madre, tanto fisiológica como psíquicamente. Después de los seis años, el niño comienza a necesitar el amor del padre, su autoridad y su guía. La función de la madre es darle seguridad en la vida; la del padre, enseñarle y guiarlo en la solución de los problemas que le plantea la sociedad particular en la que ha nacido”.
Así, entonces, cada cual proporciona elementos significativos en la formación de la persona, cada cual tiene ingredientes exclusivos de su ser que deben complementarse para lograr un desarrollo estable y armónico.
El amor de ellas…
El afecto maternal se caracteriza por un impulso natural de amar y proteger a un hijo. Es una relación emocional e intuitiva, y está determinada por el vínculo que se tuvo con el bebé desde el vientre durante nueve meses en los que, entre otras cosas, se compartió la misma unidad y se logró establecer una conexión única.
Martha Galindo Salom, psicóloga clínica y directora de Prevenpsic (psicología preventiva), dice que el amor de la mamá es fundamental, especialmente en los primeros años de vida, porque fortalece la confianza del niño a través de la satisfacción de sus necesidades básicas: alimento, abrigo, compañía y protección, principalmente. “Se crea un ‘apego’ que permite el desarrollo de un infante tranquilo y seguro de sí mismo en sus futuras relaciones afectivas”.
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